LOS SUEÑOS.
LOS SUEÑOS DEL “HOMBRE DE LOS LOBOS”
EL SUJETO ARBORIZADO
M. Cristina Solivella de Pérez (*)
El texto freudiano de El Hombre de los Lobos constituye un documento invalorable para todos los interesados en el psicoanálisis. ¿Quién ignora el papel de este caso paradigmático atravesado en su existencia por cuestiones cruciales ligadas a Freud, al psicoanálisis y a los psicoanalistas… ? Este historial nos muestra el valor en una vida del encuentro con el psicoanálisis. De aquel paciente a quien Freud define, en su llegada al tratamiento, como “dependiente e incapaz de sobrellevar la existencia”, a su inscripción en el psicoanálisis bajo el nombre de “El Hombre de los Lobos” o como lo llamó Jacques Lacan: “El árbol cubierto de lobos”.
Jacques Lacan nos plantea que los ejemplos originales del descubrimiento freudiano son más que soportes, incluso más que metáforas ya que nos hacen palpar la sustancia misma de aquello con lo que tenemos que vérnoslas. En este sentido, la historia clínica de El Hombre de los Lobos, nos muestra la importancia de esta observación freudiana a partir del famoso sueño que da nombre a este historial.
Siguiendo a Lacan se abre una nueva luz al situar este sueño como la pieza central de un conjunto que contiene diferentes elementos (recuerdo encubridor, recuerdo de alucinación, espejismos alucinatorios, síntomas, condición erótica) que son la expresión de una misma estructura y que en definitiva nos dan la posición de este sujeto soñante.
Conviene recordar que este historial es trabajado por J. Lacan antes de 1953 o sea que precede a la serie iniciada con el Seminario “Los Escritos Técnicos de Freud”. Es justamente en esos años donde Lacan aborda un tema que será decisivo para este historial: la alucinación del dedo cortado, tema ubicado por Freud en su texto pero dejado de lado en la abundante bibliografía “oficial” sobre el caso.
Muchos años después, en su seminario sobre la Lógica del fantasma J. Lacan nos indicará que lo esencial es saber cómo el sujeto, El Hombre de los Lobos, ha podido verificar la escena primordial revelada a partir del sueño de repetición bajo su ser y por su síntoma, lo que quiere decir cómo ha podido articularlo en términos de significante. Esto para indicarnos que en psicoanálisis nos interesa la verdad de un sujeto y no la realidad de una historia…..
Recordemos que ya Freud, en este historial, nos proponía el estudio de los vínculos de la escena primordial, recompuesta en el trabajo de análisis con el sueño de angustia, los síntomas y la biografía de su analizante.
-El relato del sueño-pesadilla
Veamos el texto del sueño:
“He soñado que es de noche y estoy en mi cama (Mi cama tenía los pies hacia la ventana, frente a la ventana había una hilera de viejos nogales. Sé que era invierno cuando soñé, y de noche) De repente, la ventana se abre sola y veo con gran terror que sobre el nogal grande frente a la ventana están sentados unos cuantos lobos blancos eran seis o siete. Los lobos eran totalmente blancos y parecían más bien como unos zorros o perros ovejeros, pues tenían más bien grandes rabos como zorros y sus orejas tiesas como de perros al acecho. Presa de gran angustia, evidentemente de ser devorado por los lobos, rompo a gritar y despierto. Mi aya se precipita a mi cama para averiguar que me había ocurrido. Pasó largo rato hasta convencerme de que sólo había sido un sueño, tan natural y nítida se me había aparecido la imagen de cómo la ventana se abre y los lobos están sentados sobre el árbol. Por fin me tranquilicé, me sentí como librado de un peligro y torné a dormirme”
Se trata de un sueño de angustia que acompañó la infancia del sujeto y que según le relata a Freud fue objeto de una angustia intensísima hasta sus 10 ó 12 años. El sueño muestra la abertura súbita de una ventana, el árbol, los lobos encaramados que miran fijamente al sujeto… Aquello de lo que se trata y que está allí es una catatonía que no es otra que la del sujeto… El sujeto no es más que erección en ese apresamiento que lo hace falo, que lo arborifica, que lo fija entero.
En este sentido, el sueño a repetición muestra la particular posición del sujeto: inerme y paralizado, atrapado en la imagen onírica.
-La alucinación o lo real cercenado de la simbolización….
Sigamos nuestro recorrido y vayamos ahora a la alucinación del dedo cortado:
“Cuando a la edad de cinco años jugaba en el jardín con un cuchillo y me corté el dedo meñique –¡oh! Sólo creí que me lo había cortado …Pero si ya se lo he referido a Ud….
Tenía cinco años; jugaba en el jardín junto a mi niñera y tajaba con mi navaja la corteza de uno de aquellos nogales que también desempeñaban un papel en mi sueño.
De pronto noté con indecible terror que me había seccionado el dedo meñique de la mano (¿derecha o izquierda…?) de tal suerte que sólo colgaba de la piel. No sentí ningún dolor pero si una gran angustia. No me atreví a decir nada al aya, distante unos pocos paso;, me desmoroné sobre el banco inmediato y permanecí ahí sentado, incapaz de arrojar otra mirada al dedo. Al fin me tranquilicé, miré el dedo y entonces vi que estaba completamente intacto”.
Sabemos que para J. Lacan la condición para que algo exista para un sujeto es que haya Bejahung (o sea afirmación primordial) ¿Qué sucede cuando esta Bejahung no se produce y nada entonces se manifiesta en el registro simbólico? En el caso del Hombre de los Lobos no hubo para él Bejahung, realización del plano genital. La única huella que tenemos es la emergencia, no en su historia, sino en el mundo exterior de una pequeña alucinación.
Lo que no ha existido para él se manifiesta en la forma en que él se imagina haberse cortado el meñique. Se trata de un real no simbolizado, a pesar de la forma simbólica. Lo no reconocido hace irrupción en la conciencia bajo la forma de lo visto.
Aunque en ese momento de su infancia nada parece indicarlo, se trata de un fenómeno de psicosis.
El niño no refiere dolor ni hay “llamada…” Si una gran ansiedad y un estado de inmovilidad en el que se hunde cayendo en un verdadero embudo temporal. Lo invade el sentimiento de una catástrofe y ni siquiera se atreve a hablar de ello a la persona que se encuentra a su lado.
Es interesante notar aquí el punto del déjà-raconté, (“creo que ya se lo he contado…”) ya que Lacan nos ha indicado que este fenómeno hace su cruce con la alucinación, (de hecho Freud le dedica un estudio aparte que incluye una serie de fenómenos análogos: déjà-vu, déjà-entendu, déjà-senti, déjà-éprouvé). Se trata del eco imaginario en respuesta a un punto de la realidad que ha sido cercenado de lo simbólico.
(Se puede consultar para lo relacionado con tema de la alucinación el excelente trabajo de Olga de Santesteban: En el Hombre de los Lobos: El árbol cubierto de lobos. La estructura de la alucinación y su incidencia en la transferencia. En El enigma de la femineidad, Ediciones Semblant).
-Pequeño recuerdo o recuerdo pantalla
“Cierta vez que mi tío salía de viaje nos preguntó a mi hermana y a mí que queríamos que nos trajese. Mi hermana le pidió un libro, yo una navaja…”
Freud nos aclara que esta ocurrencia había aflorado meses antes como un recuerdo encubridor del recuerdo reprimido y como un amago del relato sobre la supuesta pérdida del dedo meñique. El cuchillo que su tío por lo demás le trajo era el mismo que aparecía en aquella comunicación largo tiempo sofocada.
-Recuerdo de alucinación
“Es del árbol mismo del que hace brotar sangre…” Es el mismo paciente quien relaciona en este recuerdo que se trataba del mismo árbol que en el sueño.
-La escena devastadora se produce al final del Estadio del espejo
El estadio del espejo es el tiempo privilegiado entre los 6 y 18 meses donde se constituye una identificación primordial, aquella que dará para el niño la imagen de totalidad, una ortopedia que restaura bajo la forma de una imago unificante el caos original del mundo pulsional.
En la recomposición que hace Freud de la escena primordial se establece que el sueño es la irrupción de la escena primitiva del coito paterno en la conciencia nocturna, otorgándonos una fórmula de la fecha probable de esta escena: N+6. Ya sea que N sea 0 ó 1 tendríamos 6 ó 18 meses, esto indica pleno apogeo del estadio del espejo……
Ahora bien, sabemos que toda la observación del caso está atravesada por el drama de una falla radical: No hay padre simbólico, se trata de la falta de una voz autorizada.
Es por esto que Lacan nos dice que la religión suplió la ausencia del padre. Están el padre y el hijo, pero falta el espíritu, es decir el sentimiento que deviene de la función del padre simbólico y por esto no se puede realizar el Edipo normativizante.
Ahora bien ¿Qué le queda al sujeto ante la imposibilidad de asumir la realización del significante del Nombre-del-Padre? En la medida en que la relación permanece en el plano imaginario, dual y desmesurado, no tiene la significación de exclusión recíproca que conlleva el enfrentamiento especular, sino la otra función, la de captura imaginaria. La imagen adquiere en sí misma y de entrada la función sexualizada sin necesitar intermediario alguno y la relación imaginaria se instala sola en un plano que nada tiene de típico, que es deshumanizante.
La alienación aquí es radical, no está vinculada con un significado anonadante como sucede en cierto modo de rivalidad con el padre, sino en un anonadamiento del significante.
Esta verdadera desposesión significante será lo que el sujeto tendrá que cargar y aquello cuya compensación deberá asumir en su vida a través de una serie de identificaciones conformistas a personajes que le darán la impresión de qué hay que ser para ser hombre.
A este sueño para comprenderlo es necesario invertirlo: el sujeto es a la vez él y el otro. Hay un rol de la imagen impregnante en la erotización de la imagen del otro. Se podrían plantear dos planos: 1- los cuentos (Caperucita Roja, El lobo y los 7 cabritos, etc.) que van configurando, gracias al trabajo freudiano, un cierto tejido mítico y 2- la construcción freudiana de la escena parental. No hay más nada, las referencias bíblicas y poéticas son introducidas por Freud y Lacan nos advierte “ no fascinarnos con ellas…”
-El sueño como una escritura que permite una verificación de la verdad del sujeto.
Retomo aquí lo que considero el verdadero aporte de Lacan al plantearnos el sueño como verificación de la verdad de un sujeto, verdad que encontramos en su ser y en sus síntomas.
Veamos: El Hombre de los Lobos siempre puso este sueño en relación con el recuerdo de que en esos años de su infancia mostraba una angustia intensísima ante la imagen de un lobo figurado en un libro de cuentos tradicionales. Su hermana mayor que le aventajaba en mucho, solía embromarlo poniéndolo bajo cualquier pretexto ante esa imagen, tras lo cual empezaba a gritar despavorido. La imagen mostraba al lobo erguido en posición vertical, avanzando con una de sus patas traseras, las zarpas extendidas y las orejas tiesas. Cree haber conocido esta imagen como ilustración del cuento Caperucita Roja.
Freud establece que la impresión que estos cuentos tradicionales produjeron en este niño soñante “…se exteriorizaron en una auténtica zoofobia que se singulariza por el hecho de que el animal angustiante no es un objeto fácilmente accesible a la percepción sino que sólo se tiene noticia de él por un relato y un libro ilustrado”
Otros síntomas:
-Perturbación del placer de comer. La anorexia representa una desautorización de lo sexual. También en la transferencia, ante las dificultades en la cura, le manifestaba a Freud la “amenaza de devorar”.
-Padeció de una malaria cuyos ataques se repetían diariamente a determinadas horas.
-A partir de su décimo año estuvo sometido a depresiones temporarias que empezaban después del mediodía y culminaban hacia las cinco de la tarde (recordemos que son cinco los lobos del dibujo del sueño). Este síntoma persistía aún en la época del tratamiento analítico. La depresión recurrente sustituía el ataque de fiebre o fatiga de entonces, las cinco de la tarde fue el momento de máxima fiebre o el de la observación del coito, (…a menos que ambos coincidiesen).
-El maestro que tenía a cargo las lecciones de latín se llamaba Wolf (lobo en alemán). Desde el comienzo lo amedrentó. Cuando una vez lo reprendió no pudo liberarse de una angustia paralizante frente a ese maestro.
-Muy al comienzo del análisis Sergei Petrov (el verdadero nombre del Hombre de los Lobos), había referido un recuerdo de la época de su conducta díscola que solía volcarse en angustia. Perseguía una bella mariposa, grande, veteada de amarillo, cuyas grandes alas terminaban en prolongaciones puntiagudas –era, pues, un macaón.
De pronto cuando la mariposa se hubo posado sobre una flor, lo sobrecogió una terrible angustia ante el animal y salió disparado dando gritos.
Este recuerdo volvía de tiempo en tiempo en el análisis y pedía una explicación que por un lapso considerable no recibió. Freud le daba valor de “recuerdo encubridor” que subrogaba algo más importante con lo cual se enlazaría de algún modo.
Cierto día dijo que mariposa se llamaba en su lengua “babushka”, mamaíta (lengua materna rusa) y que en general las mariposas le parecían como unas mujeres o unas niñas y los escarabajos y orugas como unos muchachos.
También el abrir y cerrar las alas le producían la impresión de algo ominoso (unheimlich), esto llevaba al abrir las piernas de las mujeres que dibujaban la figura de un V romano.
También cinco era la hora en su infancia y también en el análisis cuando solía sobrevenirle un talante sombrío.
Surge un recuerdo de época más temprana: antes del aya hubo una niñera que lo amaba mucho, tenía el mismo nombre que su madre.
Freud articula allí el lugar del primer amor ausente. Luego el paciente corrige este recuerdo probando que se había entretejido con el recuerdo de la madre. De pronto se ve llevado a pensar en un galpón de la primera finca donde se guardaba la fruta cosechada, y en una cierta clase de peras veteadas de amarillo en su cáscara.
“Pera” se dice en su lengua Grusha. Era también el nombre de la niñera. Vuelve entonces al recuerdo de la niñera: estaba echada en el suelo, junto a ella un balde y una corta escoba de vergas atadas, él estaba ahí y ella lo embromaba o reprendía. Es allí que Freud enlaza la relación de escenas: escena primordial construida a partir del sueño, escena con Grusha, determinación de su condición erótica a partir de determinada posición de las mujeres. También el recuerdo de su enamoramiento compulsivo ante una muchacha campesina de quien contrajo a los 18 años una infección gonorreica. Se avergonzaba de pronunciar su nombre: matrona, ya que tenía resonancia materna.
-Para concluir…
Volvemos entonces a lo que Lacan nos enseña: Cada una de estas escenas fantasmáticas valen en la medida de la red significante que portan y la escritura que permiten.
Por último es importante señalar el valor de la ventana enmarcando la escena y el privilegio de la mirada atemorizante de los lobos, elementos que Lacan ubica como centrales en toda articulación fantasmática.
El retorno de un real no simbolizado, la articulación en términos significantes desplazándose en los actos y la vida de un sujeto, nuevas categorías para leer un sueño a repetición en el que Lacan nos enseña a leer la posición del sujeto, todo él “arborizado”… Una nueva perspectiva que nos invita una vez más a retomar el texto freudiano del historial del Hombre de los Lobos.
BIBLIOGRAFÍA
Sigmund Freud
- De la historia de una neurosis infantil (El Hombre de los Lobos) . Volumen XVII Amorrortu Editores
- Acerca de la fausse reconnaissance (déjà raconté) en el curso del trabajo psicoanalítico (1914), Volumen XIII, Amorrortu Editores.
Jacques Lacan
-Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la “Verneinung” de Freud. Escritos 2 Siglo XXI Editores
-El Hombre de los Lobos. Notas de seminario -1952- (Versión no corregida por el autor)
-Seminario 1: Los Escritos Técnicos de Freud. Paidós
-Seminario 14: La Lógica del fantasma. Versión inédita.
Olga M. de Santesteban
-La fase pasional en la transferencia (1995), en El enigma de la femineidad, Editorial Semblant.
-Retorno del texto freudiano en la lógica del fantasma. (ficha de Discurso <>Freudiano Escuela de Psicoanálisis)
El Hombre de los Lobos
-El Hombre de los Lobos por El Hombre de los Lobos, en Los casos de Sigmund Freud 1, Ediciones Nueva Visión